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Madres de la caravana migrante: «Queremos un futuro mejor para los niños»

La caravana migrante partió de Tapachula el 23 de octubre pasado y después de transitar 1 mil 100 kilómetro, llegaron al Ciudad de México.

EFE
21 de diciembre, 2021 | 13:50 hs

Con un rostro dañado por las quemaduras del sol bajo sus ojos, Nancy observa a su hija jugar con otros niños del campamento. Es la primera vez que muchos sonríen desde que la caravana migrante, ahora acampada en Ciudad de México con un centenar de menores de edad, emprendió su travesía hacia Estados Unidos.

«Estoy buscando un mejor futuro para mi bebé porque va a crecer y con esas condiciones con las que estábamos allá, no se puede», explica esta ama de casa hondureña de 23 años que salió de su país, donde malvivía con los limitados ingresos de su esposo en una finca bananera.

Los tres intentaron emprender el viaje en solitario hacia EE. UU., pero la niña sufrió una «infección estomacal» y los «agarró» Migración en el sur de México.

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Por eso, decidieron integrarse a la caravana y viajar en grupo.

«Ha sido muy duro, la he pasado mal casi todo el camino, hasta me llegaron a internar (en un hospital)», dijo Nancy, quien bajó «una exageración de peso» y sufrió alergias y «quemaduras raras» que todavía no se le han quitado.

Está tan delgada que incluso bromea con que no hay ropa en el campamento que le quede bien.

La caravana migrante

La caravana de migrantes centroamericanos y haitianos partió el 23 de octubre desde la ciudad de Tapachula, en el estado de Chiapas, frontera con Guatemala, y llegó hace una semana a la capital mexicana después de recorrer más de 1 mil 100 kilómetros.

La Policía mexicana intentó frenar su entrada a la ciudad, pero después de algunos enfrentamientos, los migrantes fueron ubicados en un campamento improvisado de carpas y colchones en el norte de la capital.

Son cerca de 500 personas, 100 de ellos menores, que reciben alimentos, atención médica y apoyo de personal de derechos humanos.

Para los niños

«!Sin hacer trampas!», exclama un dicharachero trabajador de la Alcaldía que organiza juegos para que se entretengan los niños.

Tienen que saltar entre los recuadros de una escalera de cuerdas extendida en el suelo. Algunos con más éxito que otros, pero todos bien sonrientes.

«Nunca había visto a los niños así», comenta Heidy mientras observa la escena.

Con solo 11 meses, su hija Danae todavía no tiene edad para jugar y come del pecho de su madre, a quien otra compañera de la caravana, también llamada Heidy, le plancha el pelo en una suerte de salón de belleza improvisado al aire libre.

Hacía meses que esta joven de 19 años no se arreglaba el pelo. Salió de Honduras junto a su esposo y su hija por la subida de precios de la canasta básica, pero en Guatemala perdieron todo el dinero que les quedaba y la bebé se puso «bien mala» por una gripe.

La respuesta o el comentario final de todas las madres de la caravana migrante es la misma: no desean volver a sus países de origen.


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