Mario Sotz, originario de San José Poaquil supera con éxito el reto de criar solo a su hijo en EEUU
Saber que sería papá y luego recibir en brazos a su hijo fueron momentos que el chimalteco Mario Sotz, residente en Mahopac, Putnam, Nueva York describe como “majestuosos”, debido a que daba la bienvenida al ser más especial en su vida: el pequeño Alejandro.
Once años han pasado de aquel acontecimiento, y pese a que han vivido momentos difíciles, se regalan felicidad diaria y se complementan, pues en Estados Unidos únicamente se tienen el uno para el otro, ya que Mario es padre soltero.
De acuerdo con Sotz, la experiencia de criarlo solo ha sido dura, pero también extraordinaria ya que su relación ha sido muy buena en todos los sentidos.
En Estados Unidos es mucho más difícil ser papá soltero de lo que parece, salir a trabajar y no tener dónde o con quién dejarlo es preocupante”, relata.
El tiempo no le alcanzaba
Afirma que cuando Ale era más pequeño requería apoyo de babysitters para que lo cuidaran en sus horarios de trabajo, pero antes de salir a sus labores diarias se encargaba de la alimentación y los requerimientos necesarios.
Cuando Alejandro empezó a estudiar, Mario debía levantarse más temprano para acompañarlo en el proceso de baño, vestirse, darle desayuno, y llevarlo a la escuela o a la parada del bus, luego por la tarde regresaba corriendo para ir por él a la escuela.
Ahora que ya casi entra en la etapa de la adolescencia poco a poco empieza a independizarse, ya se le ve jugar más con sus amigos o a ir a casa de ellos. Aunque seguimos siendo amigos inseparables”, resalta el papá, originario de San José Poaquil, Chimaltenango.
Una nueva hija
Hace algunos meses llegó a vivir con ellos Rosy, sobrina de Mario, para quien su tío es como el papá que nunca tuvo. Lo llama papá y se llevan como hermanos con Ale. Él se preocupa por su presente y futuro, y afirma siempre la apoyará para que cumpla sus sueños.
Historia difícil
La historia de este padre chapín no ha sido fácil, emigró a Estados Unidos hace varios años. Cuando apenas era un niño, quedó huérfano y padeció de muchas carencias, las cuales, lejos de acomodarlo en un mundo con pocas esperanzas, lo motivaron a trabajar para salir adelante y cumplir sus sueños.
Salió de su natal San José Poaquil, en el occidente del país, para vivir en la capital donde hizo múltiples trabajos. El último antes de partir hacia EEUU fue de constructor, en la compañía de un señor de quien se ganó la confianza por ser “chispudo” para aprender y trabajar.
Con un esfuerzo inimaginable, según sus propias palabras, se fue preparando académicamente. “Recuerdo aquel día en que logré inscribirme en la Universidad de San Carlos de Guatemala para estudiar arquitectura, junté de quetzal en quetzal para la inscripción”, relata
Antes de cumplir el sueño de continuar sus estudios universitarios, Sotz decidió dejar su país, su querido Poaquil y la poca familia que tenía para construir sus sueños en Estados Unidos.
Nueva York, su nuevo hogar
Por “azares” del destino llegó al condado de Putnam, al noreste del país, una ciudad con gran índice de chapines, principalmente del oriente del país. Ahí empezó a construir una nueva vida junto con la novia que tenía en Guatemala, quien también emigró a EEUU, de esa relación nació Alejandro.
Tiempo después, por común acuerdo, ella regresó a Guatemala junto al pequeño, quien por ser ciudadano americano tenía las facilidades de viajar, y volvió a Estados Unidos junto a su padre, con quien vive, sin perder la comunicación con su mamá.
Sotz es uno de los empleados más brillantes de la compañía de plomería para la cual trabaja. Cuando obtuvo su residencia logró adquirir una casa con un gran jardín en Mahopac, para jugar y acampar con su hijo, en verano colocan una piscina y se dan el respectivo chapuzón.
Diariamente por la tarde juegan futbol, no faltan las correcciones cuando las tareas no están bien hechas o cuando Alejandro no quiere comer verduras.
Él habla inglés y español, y cuando se refiere a su papá se le resplandecen los ojos, y sin dudar afirma que ama mucho a ese hombre que la vida le puso como papá.
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